Las habíamos visto en documentales que las recreaban por ordenador, dibujadas en los libros de ciencias naturales, pero hasta ahora no habíamos tenido la suerte de presenciar una supernova -o explosión de una estrella- real, grabada en la fría y silenciosa naturaleza espacial.
Por suerte la NASA nos brindó la posibilidad de conocer este acontecimiento el pasado día 21 de marzo, tras captar las imágenes con el telescopio espacial Kepler -bautizado así en honor al astrónomo- mediante observaciones fotométricas.
Por suerte la NASA nos brindó la posibilidad de conocer este acontecimiento el pasado día 21 de marzo, tras captar las imágenes con el telescopio espacial Kepler -bautizado así en honor al astrónomo- mediante observaciones fotométricas.
La estrella en cuestión está categorizada como una supergigante roja, que es 500 veces más grande que el Sol y 20.000 veces más brillante.
En este estado, la estrella no puede contrarrestar la fusión de su nucleo -el horno que emite la energía de la estrella- con la fuerza de la gravedad. Una lucha constante mientras que la estrella está viva y que flaquea en sus últimos momentos, por lo que la fuerza que descubrió Newton acaba venciendo obligando a que el nucleo se colapse. Una onda expansiva comienza a emerger desde este manifestándose al principio como unos dedos de plasma azul, que terminan por ser sobrepasados por la fuerza de la onda.